Formo parte de un cuerpo especial, de un grupo de docentes privilegiados, de una banda de ilusionados, de los que conectan con sus alumnos, de los que valoran
la educación en toda su globalidad, de los que tratan de mejorar día a día, de los que se sienten solos en los claustros, de los que las familias no solicitan su acción tutorial, de los que
pasan frío y calor por esos patios, de los que todavía les queda mucho por aprender, de los olvidados por la administración... Si, soy el de Educación Física.
Cuando los cimientos de la escuela se tambalean porque sus enseñanzas han dejado de interesar a nuestros alumnos, la Educación Física se muestra como uno de los
pilares que aún la sostienen. Los niños vienen al cole de otra manera cuando toca "gimnasia". Llegan con ilusión y motivación. ¿Qué se le habrá ocurrido al maestro? ¿Maestro que vamos hacer
hoy?. Esas preguntas nos llenan de satisfacción y aumentan nuestra maltrecha autoestima. Es entonces cuando nos colgamos la placa en el pecho, como si Sheriff se tratara. ¡Somos los de
Educación Física!.
Con nuestros alumnos nos sentimos importantes porque ellos nos valoran. Cabalgamos de clase en clase como un "Llanero solitario", porque somos los de Educación
Física. Nuestros alumnos están ávidos de dar su clase de Educación Física, recogen rápidamente los libros y sus enseres en cuanto abrimos la puerta del aula, esas caras aburridas se
transforman, los ojos le brillan, echan chispas, en sus rostros se empiezan a dibujar sonrisas, están impacientes, se mueven de las sillas, se nota un cierto nerviosismo por salir al patio
cuanto antes, ha llegado el de Educación Física.
Somos especiales porque nuestra asignatura es especial, aprovechemos su motivación intrínseca. No dejemos escapar esa gran oportunidad educativa. Apriétate el
cinturón, colócate bien la placa, ajústate el sombrero y vamos a jugar, vamos a crear situaciones de aprendizaje en donde los niños se sientan a gusto, seguros, ilusionados, con ganas de
moverse...